lunes, 2 de diciembre de 2013

Capítulo 1

Esperaba impaciente aquel tren, quería llegar ya a Ávila y terminar todo aquello.
Mi abuela llevaba 4 días en Ávila, la había pedido que fuera, que me dejara sola. Ella sin rechistar se compró un billete al día siguiente y se marchó, se lo agradecería eternamente.
Estaba sentada en un banco rojo, el cual tenía pequeños agujeros que se me clavaban en los muslos dejando una marca.
Todavía quedaban más de 20 minutos para que llegara aquel tren hacia Ávila.
En 20 minutos podía hacer muchas cosas, pero en ese momento no me vino ninguna en la cabeza, lo único que quería hacer en aquel momento era desaparecer de allí, de la tierra. Ya solo me quedaba mi abuela,  no tenía amigos, ni padres, estaba sola.
Me puse los cascos y la música me aisló completamente del exterior.
No pasaron ni 3 minutos cuando un chico se sentó a mi lado y se quedó mirándome un buen rato, al igual que yo a él. Llevaba unas gafas de sol negras, una camiseta de tirante bastante suelta y unos piratas. No alcanzaba a mirar sus zapatillas, no quería que me viera observándole.
Al segundo seguí a lo mío pero él me miraba, los ojos se le veían a través de los cristales.
-¿Qué?-Dije algo molesta, me incomodaba su mirada- ¿Quieres algo?
-Nada borde… Pareces distraída.
 Me quedé mirándole, ¿De qué iba? No me conocía de nada.
-¿Y a ti que te importa?-Le dije de la manera más arrogante que pude- No es asunto tuyo.
-Veo que no estás bien-Chasqueó la lengua y se giró para mirar hacia delante-.
Yo me quedé mirándole un buen rato sin saber qué hacer, quería que me mirara pero él no hacía nada, seguía a lo suyo.
-Mis padres murieron la semana pasada-Y al instante se giró a mirarme y me cogió la mano con tanta dulzura que las lágrimas empezaron a caer de mis ojos-, un accidente de coche.
Y de repente me abrazó, un cálido abrazo que lo único que consiguió fue que las lágrimas salieran con más fluidez.
Me hundí en su cuello e inhalé su perfume, olía a Abercrombie y eso me calmó bastante, es más, me gustaba como olía.
Mis sollozos cesaron lentamente pero seguimos abrazados durante más tiempo.
­-A veces-Empezó a susurrarme al oído-, lo único que necesita alguien es un abrazo sincero.
Nos separamos poco a poco y cuando le vi la cara ya no tenía las gafas, sus ojos me atraparon por completo. Sus ojos eran grises y alrededor de la pupila había pequeños destellos dorados, me enamoraron.
De pronto un tren llegó a la estación, no era el mío, el suyo sí.
-Este es mi tren-Me dio un beso en la frente-, te veré pronto, por no decir luego.
-Esto yo…-Y antes de que me diera cuenta ya estaba dentro, se había ido-.
Me quedé mirándole, sus músculos estaban realmente marcados. Tenía una maleta roja y otra de mano, era Nike, realmente bonita y estaba bastante llena, como si se mudara.
No me fijé a donde se dirigía, solo podía mirarle a él. Le perdí de vista y el tren emprendió su viaje.
Pasé los 15 minutos que quedaban pensando en él, en sus ojos, sus músculos, su pelo rubio.
Llegó mi tren y me senté en un asiento lo más aislado posible, me quedé mirando por la ventana mientras empezaba a fantasear con aquel chico sin nombre.

Estábamos en un frondoso bosque, el me abrazaba mientras que yo cerraba los ojos e inspiraba el aroma de aquel bosque. Abrí los ojos y cuando me gire a mirarle no tenía rostro, era una mancha negra.

Grité tan fuerte que todos los del tren me miraron enfadados, me había quedado dormida.
Avergonzada, me bajé de aquel tren lo más rápido posible, menos mal que me había despertado justo en mi parada.
Fuera había un joven con mi nombre escrito en un papel, como si estuviera en un aeropuerto. Era realmente apuesto, con el pelo marrón, ojos verdes y las fracciones realmente marcadas. Parecía un modelo o incluso algo mejor. Era realmente guapo y atractivo, cuanto más me acercaba más guapo era. Cuando estaba solo a unos pocos metros me fijé en que tenía unas pequeñas pecas bajo los ojos y la nariz, realmente adorable. Aquellos pequeños detalles hacían que fuera irresistible para cualquier persona. Me miraba fijamente y de pronto una de las sonrisas más hermosas que había visto nunca apareció en su rostro, haciendo que mis rodillas temblaran.
-Hola ¿Katherine? ¿Katherine Wheel?
-La misma, aunque prefiero que me llamen Kat.
-Hola Kat, soy Stefan Lawrence.
-¿No eres de por aquí no?
-Tú tampoco pareces serlo.
Yo le sonreí al igual que él me hizo a mí. Me cogió la maleta y empezamos a andar. La gente le miraba, las chicas le sonreían, los chavales le miraban celosos, acaparaba todas las miradas, hasta la mía.
Llegamos hasta una camioneta vieja, parecía roja pero la suciedad y el barro no dejaban verlo bien.
-No es una limusina-Empezó a decir mientras dejaba las cosas en la parte de atrás-, pero todavía funciona.
Yo solté una risilla mientras abría la puerta chirriante del copiloto y me sentaba en su asiento desgastado. A pesar del mal aspecto de la camioneta el interior olía realmente bien, a vainilla.
Arrancó el coche y empezamos nuestro viaje. Por la carretera también se nos quedaban mirando, no sé si era por la chatarra en la que íbamos o la belleza que llevaba a mi lado, pero acaparábamos la mirada de casi todos los coches.
En un momento del camino un par de chicos en un descapotable me gritaron cualquier barbaridad a lo que Stefan contesto con un volantazo, cerrándoles el paso. Me quedé mirándole, los ojos le echaban chispas.
Fuimos el resto del camino hablando de estupideces, escuchando la radio y riendo, era un chico realmente encantador.
-¿Y tienes algún hermano Stefan?
-Sí, tiene un año menos que yo. Yo tengo 19.
-Creía que eras más mayor, yo tengo 17.
-¿En serio? Parece que tienes 19.
-Ninguno somos lo que parecemos…
Dicho esto nos quedamos en silencio durante un largo tiempo.
Llegamos al pueblo a los 20 minutos, estaba realmente apartado de Ávila.
-¿145 habitantes?
-Contigo 146-Me dijo sonriente-. Es un sitio encantador, ya lo verás.
Yo le miré curiosa y él me sonrió sin dejar de mirar a la carretera.
Mediante más nos adentrábamos en aquel bosque más me gustaba aquel lugar. Al fondo de tanto árbol vi un pequeño lago.
-¡¿Eso es un lago?!-Dije entusiasmada.
-Sí, podemos ir a verlo mañana.
-¿Y hoy por qué no?
-Porque hoy es muy tarde y quiero dormir.
Solté un suspiro y me quedé mirando el lago. Siempre había querido vivir cerca de uno, para ir tardes enteras a leer o simplemente a perderme en mis pensamientos.
Aparcó la camioneta en frente de la pequeña casa de mi abuela y los dos bajamos a la vez.
-Te está esperando dentro, yo espero a que salgas aquí.
-¿Por qué me tienes que esperar? ¿Es que vamos a algún otro lado?
-Tú entra.
Yo le miré extrañada y entré sin llamar. La puerta chirrió al abrirse. No recordaba que aquella casa fuera tan pequeña. Me fijé en que en aquella casa con cabíamos las 2. Solo era una cocina, una habitación y un baño, no había más.
-¿Abuela?
-Cariño, estoy aquí-Se oyó una voz desde la habitación-. Pasa.
Entré en la habitación y allí estaba ella, levantándose de la cama como podía, corrí a ayudarla y cuando ya estaba de pie la abracé con fuerza.
-¿Qué tal estás cielo? ¿Has conocido a Stefan?
-Sí, es un chico encantador.
-Encantador y guapo ¿Verdad? Perfecto para ti.
-¡Abuela!-La dije mientras la abrazaba de nuevo.
Nos quedamos abrazadas un rato y cuando nos separamos le solté la pregunta que llevaba ya un rato rondándome por la cabeza.
-Abuela, ¿Y yo donde duermo?
-Ya estabas tardando en decirlo, pequeña-Me dijo mientras se dirigía hacia un cajón con una sonrisa. Cogió una llave y me la dio-. Estas son las llaves de tu casa.
-¡Oh abuela!-La abracé fuerte.
-Bueno, no estarás sola. Es la casa de Stefan y su hermano, se han ofrecido a acogerte. Llevamos toda la semana preparando todo, Stefan estaba realmente entusiasmado, no te veía desde hace más de 12 años. Hoy volvía su hermano con su ropa, él también se muda desde Madrid.
-Espera ¿Es aquel chico con el que jugaba en el parque? ¿Ese es?
-El mismo, era el hijo del hermano de la panadera, es inglés pero siempre venían aquí en verano. El y su hermano siempre han querido vivir aquí y mírales, lo consiguieron.
Yo me quedé pensando, me acordaba de Stefan jugando en el parque pero… No recordaba a otro niño.
Mi abuela me acompañó a la salida y en cuanto vi a Stefan le enseñé las llaves a lo que él me respondió con una sonrisa. Me despedí de mi abuela y volví a subir a la camioneta.
Cada vez nos alejábamos más del pueblo y el lago cada vez era más cercano.
-¿Está muy lejos?
-Está aquí mismo-Me señaló una moderna casa camuflada con la maleza, era realmente grande-.
-¡Madre mía! ¿Voy a vivir ahí?-Estaba dando saltos en mi asiento- ¡Es preciosa!
Mientras que yo miraba a todos lados Stefan se reía a carcajadas.
En cuando aparcó el coche yo salí despedida hacia la entrada e introduje la única llave que había en el llavero. Abrió a la perfección.
Aquella casa era luminosa y bonita, blanca completamente y sobretodo, amplia y acogedora.
Me giré para mirar por uno de los cristales que había por toda una pared y la vista era preciosa, mirando al lago.
Me giré y ahí estaba Stefan cargando mi enorme maleta. Me miró sonriente y siguió andando con la maleta en la mano. Supuse que iría a mi habitación así que le seguí. Subió unas escaleras hasta la parte de arriba y avanzó por un pasillo. Me iba indicando donde estaba cada cosa, donde estaba cada habitación y como no perderse. De pronto alguien salió de uno de los baños. Tenía una toalla que le rodeaba la cintura y otra con la que se revolvía el pelo, no pude ver su cara pero si su cuerpo, y parecía esculpido por ángeles. Y cuando se quitó la toalla de la cara casi me caigo para atrás, no me podía creer que fuera él.
-¡Eres tú!-Grité mientras le señalaba con el dedo.
-Vaya, que sorpresa. Así que te llamas Katherine-Me sonrió con una sonrisa pícara y me guiñó un ojo-. Bienvenida, yo soy Lucas.
Mientras que Lucas me extendía una mano Stefan nos miraba extrañado.
-¿Ya os conocías?
-Nos hemos visto en la estación-Dijimos los dos a la vez-.
Lucas sonrió y se fue por el pasillo, giró y desapareció. Stefan estaba más serio. Siguió andando hasta llegar a mi habitación. Cuando abrió la puerta solté un grito que hizo que se le callera mi maleta de las manos. Era preciosa y lo mejor de todo, con vistas al lago.
Me tiré en bomba a la cama y empecé a rodar.
-¡Dios mío es preciosa!-Me levanté de la cama y miré cada detalle.
La televisión, el ordenador ¡Un ordenador!, las estanterías, el enorme armario.
-Parece una habitación inglesa-Stefan se rio al escuchar aquel comentario-.
-Te dejo la maleta encima de la cama y ya la abres cuando quieras, pero en nada vamos a cenar.
Me giré para mirarle y le sonreí con mi mejor sonrisa, él se sonrojó y salió de la habitación.
Me quedé allí sola contemplando el hermoso paisaje que había a través de las ventanas, pero esa soledad duró poco ya que alguien interrumpió en mi habitación.
Me giré y allí estaba, ya vestido. Seguía con el pelo rubio alborotado y sin camiseta, pero ya llevaba pantalones y zapatillas. Me sonreía cálidamente, yo hice lo mismo.
Me giré de nuevo a la ventana y me quedé embobada mirando el paisaje, no me di cuenta de que él ya estaba a mi lado. Suspiré mirando mi reflejo en el cristal y el vaho que dejó mi aliento.
Me gire a la derecha y me choqué con el de repente quedándome rodeada por sus brazos.
-Cuidado.
Me aparté corriendo, me miraba con una sonrisa pícara algo que me sacó de quicio. Le giré la cara y me dirigí a mi cama, quería abrir mi maleta y sacar mi portátil y mi tableta para empezar a dibujar y olvidarme del mundo. Rebusqué entre mi ropa y encontré al instante, al igual que la tableta. Fue lo primero que puse sobre mi mesa.
-¿Dibujas?-Dijo mientras cogía la tableta y la observaba detenidamente- Yo antes tenía una así, ahora tengo otra mejor.
-¿Tú también dibujas?-Ese chico me sorprendía cada vez más.
-Claro, soy todo un profesional-Me guiñó el ojo y se sentó en la cama-. No, estoy de coña.
Yo le miré algo molesta mientras que el empezó a hurgar en mi maleta, sacó las camisetas y pantalones cortos y los fue dejando en la cama mientras que los miraba detenidamente. Y de pronto sacó uno de mis sujetadores de gasa, lo sacó poco a poco mientras que lo miraba con una sonrisa pícara.
-¿Y estooooo?-Alargó la O lo suficiente como para que me sacaran de quicio.
Me lancé corriendo a quitarle mi sujetador de las manos pero antes de llegar a cogerlo, Lucas me cogió de la cintura y me tumbó encima suya mientras que yo forcejeaba contra sus fuertes brazos.
-¡¿Eres idiota?! ¡Suéltame! ¡SUELTAME!
El solo se reía mientras me apretaba más a él. Poco a poco fui cediendo hasta quedarme tumbada encima de él, mirándole directamente a sus ojos.
-Odio a los tíos como tú-Le dije a pocos centímetros de su boca-.
-¿Irresistibles?
-Arrogantes-Le dije mientras me levantaba de golpe y salía de la habitación-.
Me giré antes de salir por la puerta, el seguía tumbado en la cama mirándome sorprendido.
Mientras bajaba las escaleras un olor procedente de la cocina hizo que las bajara corriendo, tenía mucha hambre. Nunca había entrado en la cocina y cuando lo hice me quedé impactada, era inmensa.
Stefan estaba en uno de los fogones cocinando algo, no me paré a mirar lo que hacía ya que un cuenco con cerezas captaron toda mi atención.
-Me dijo tu abuela que te encantaban las cerezas, tenía razón-Me dijo Stefan sin dejar de mirar a la sartén-.
-La verdad es que me vuelven loca.
Stefan sonrió y yo seguí tomando cerezas. Su color rojo oscuro me encantaba, y su sabor, su sabor dulce y amargo a la vez es lo que me hacía querer comer más.
Cuando Lucas decidió bajar a comer yo ya me había comido nueve cerezas e iba a por la décima.
-¿Podrías dejarme unas pocas? Yo también quiero comer-Me dijo Lucas mientras me quitaba el cuenco de golpe y me lanzaba una mirada amenazante ¿Qué leches le pasaba? No le soportaba-.
En ese momento apareció Stefan con unos filetes recién hechos, si no hubiera aparecido creo que le hubiera metido un puñetazo.
La comida fue silenciosa e incómoda, estábamos los tres en silencio y cada vez que abría la boca Lucas me cortaba.
-Ya he terminado-Dije levantándome de golpe de la mesa-, me voy a dormir.
Cogí los platos y los dejé en el fregadero, salí de la cocina sin ni siquiera mirarles. Las escaleras crujían a cada paso que daba, al igual que la casa entera. Les oí hablar y sin poder evitarlo empecé a escucharles, quería saber lo que decían.
-Es una niña Stefan.
-A lo mejor el que es un niño eres tú, ¿Podrías ser un poco más considerado con ella?
-Porque sus padres hayan muerto no significa que la tengamos que tratar diferente a los demás.
-Lucas ¿Qué coño te pasa?
-¡Mis padres también murieron y nadie me dio este trato! ¡No nos lo dieron!
Oí como se levantaba de la silla bruscamente y dejaba los platos en el fregadero. Reaccioné al instante y salí corriendo hacia mi habitación.
En cuanto entré en mi habitación las lágrimas volvieron a caer, hacía tres días que no lloraba y ahora por culpa suya volvía a llorar. Me tumbé en la cama boca abajo, quería que los cojines taparan mi cara, no quería notar las lágrimas. De pronto alguien llamó a la puerta.
-¡Fuera!-Grité medio ahogada.
-¿Estás bien?-Dijo Stefan tras la puerta-¿Qué te pasa?
-Déjame en paz.
Oí como abría la puerta, no le impedí que entrara, simplemente le dejé. Se sentó a mi lado y me dio un beso en la cabeza, me cogió la mano y se acabó tumbando a mi lado. Me acariciaba el pelo mientras que yo poco a poco me iba calmando.
Al final acabamos los dos en la cama, respirando a la vez.
-¿Estás mejor?-Me susurró al oído, yo asentí- Me alegro.
Me dio un beso en la frente y se levantó despacio de la cama.
-Gracias-Le dije sonriente-.
-No me des las gracias, solo quiero que estés-.
En ese momento se me ocurrió saltar a sus brazos y darle un fuerte abrazo.
-Eres el mejor-Le besé la mejilla y volví a tumbarme en la cama-.
Él me sonrió y se giró, cuando llegó a la puerta me dio las buenas noches y desapareció.

Me quedé mirando al techo pensando el todo lo que hoy había ocurrido. Puede que por un momento hubiera pensado que Lucas era un chico perfecto, mi chico perfecto. Pero estaba equivocada, Lucas era un niñato que simplemente no merecería mi atención, por muy guapo que fuese. Me quedé dormida al instante, estaba cansada.

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